![Mons. Ignacio Gómez Aristizabal - Arzobispo Emérito de Santa Fe de Antioquia](https://static.wixstatic.com/media/99b9fb_125ad8353034448b80c7e301d365f69c~mv2_d_2000_2000_s_2.png/v1/fill/w_980,h_980,al_c,q_90,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/99b9fb_125ad8353034448b80c7e301d365f69c~mv2_d_2000_2000_s_2.png)
Esta época se inició, cuando Jesucristo resucitado ascendió a los cielos por su propia virtud y poder y envió al Espíritu Santo a la incipiente Iglesia presidida por los doce apóstoles y Pedro a la cabeza, con autoridad y poder dado a ellos por Jesucristo. Y para llegar a esta época hay unos precedentes: El Padre celestial cumplió su misión enviando a su Hijo divino al mundo. “Tanto amó Dios al mundo que le envió a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna”. (Evangelio de Juan 3,16). Jesucristo cumplió su misión dando a conocer a la humanidad el designio divino, el plan de Dios sobre la humanidad y redimiéndola. “Porque yo no he hablado en virtud de mi propia autoridad. El Padre que me envió es el que me ordena lo que debo decir y enseñar”. Lo que yo os digo, es lo que me ha dicho el Padre.(Evangelio de Juan 12,49) Jesús durante su vida temporal anunció que al subir Él, al cielo, enviaría al Espíritu Santo y especificó cuál era su misión propia y específica con las siguientes palabras: Les he dicho todo esto mientras estoy con ustedes; pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, hará que recuerden lo que yo les he enseñado y les explicará todo”. “Cuando venga el Espíritu de la verdad, los iluminará para que puedan entender la verdad completa. Evangelio de Juan 14,25-26; 16,13). Y efectivamente, la Iglesia que Cristo fundó recibió el Espíritu Santo enviado por el Padre y el Hijo el día de Pentecostés. (Hechos de los apóstoles (Capítulo II, 1-41).
Y dónde vive el Espíritu Santo? El sagrado libro de la Sabiduría nos dice 1,7: “El Espíritu del Señor llena el universo”. Y de una manera muy especial y plena en la Iglesia que Cristo fundó: “El Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo”. (1,Corintios 3,16; 6,19). El Concilio Vaticano II emplea una comparación muy diciente para describir la vitalidad que el Espíritu Santo infunde a la Iglesia cuando dice: “Lo que el alma es para el cuerpo humano eso es el Espíritu Santo para la Iglesia”. Y qué es el cuerpo humano sin el alma? Un cadáver. De la misma manera la Iglesia sin el Espíritu Santo sería un cadáver de Iglesia. El Espíritu Santo a lo largo de toda la historia de la Iglesia en acción conjunta con Cristo y el Padre celestial ha sido, es, y será el gran dinamizante que impulsa a vivir y actuar según Cristo.
Donde no está presente el Espíritu Santo, lo que dinamiza al ser humano y a las colectividades, es el espíritu de la carne y sangre, que nos lleva a lo perverso. Según la carta de Pablo a los cristianos de Galacia, donde no está el Espíritu Santo lo que hay es: “fornicación, impureza, desenfreno de las pasiones, enemistades, discordias, rivalidad, ira, egoísmo, disensiones, cismas, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes (5, 19-21). En otras palabras, donde no está presente el Espíritu Santo, por rechazo, no se construye al ser humano sino que se autodestruye y edificamos un mundo invivible y perverso “En cambio los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio de sí mismo”. (5,22-23). Se construye un mundo bello y una humanidad con olor de Espíritu Santo. Uno de los problemas, quizá el máximo de nuestro tiempo es la carencia de espíritu; y, como contrapartida y en compensación, el exceso de materia, en sus diversas formas: corporalidad y sexo, productividad y consumismo.
Hay un hecho muy claro que nos muestra la transformación de la vida humana por la acción del Espíritu Santo: los doce apóstoles instruidos por Jesús a lo largo de tres años, no lograron entender plenamente lo que Jesús les enseñó sino cuando descendió sobre ellos el Espíritu Santo, con un convencimiento tal que todos murieron mártires como su Maestro. La Santísima Virgen María es la obra cumbre de la acción del Espíritu Santo sobre ella.
Por esas razones la Iglesia en su Liturgia Sagrada invoca al Espíritu Santo de la siguiente manera: “Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento”.
En cordialísimo abrazo para todos mis queridos lectores y particularmente para mis inolvidables feligreses de las Diócesis de Ocaña y Santa Fe de Antioquia.
+ IGNACIO GÓMEZ ARISTIZABAL
Arzobispo Emerito de Santa Fe de Antioquia